miércoles, 20 de abril de 2011

ESCULTURA

El escultor romántico estaba tan entregado a la figura humana como el neoclásico, aunque no se limitó a trabajar el mármol; sus retratos se regían también por un equilibrio apropiado entre lo real y lo ideal, y se inspiraban también en la Antigüedad.  Sin embargo, la escultura romántica se distingue de la neoclásica por los personajes, que expresan emociones violentas, y un estilo caracterizado por el movimiento intenso y exagerado, ejecutando a menudo con una técnica de boceto. La Marsellesa de FranÇois Rudé sobre el arco de Triunfo de París es un buen ejemplo de la escultura romántica del período, obra de uno de sus principales artistas.



La escultura, basándose en formas griegas romanas, en fuentes modernas y en la composición barroca, carga de intensidad psicológica y física un acontecimiento contemporáneo.

Las figuras de Rudé recuerdan a las obras maestras helenísticas, como el Laocoonte que sirvió de inspiración a Miguel Ángel. La extraordinaria animación de las figuras y la densidad de la composición lograda mediante la exageración del gesto y el detalle anatómico tienen mucho en común con el ultrarrealismo de la escultura helenística. La representación de detalles ultrarrealistas puede pretender aspirar en cierto modo al naturalismo.

 

En La Marsellesa, la influencia del siglo XVIII es evidente en las actitudes más relajadas de las figuras y en su carácter juguetón expresado en el gesto y en las expresiones faciales. Las proporciones de la figura se aproximan a las del natural, y el modelado de sus superficies se acerca a la suavidad de la carne humana.

 

 

Escultura del siglo XIX en España

El corto periodo romántico en escultura responde a encargos oficiales para embellecer edificios o erigir monumentos conmemorativos. A diferencia de lo que sucede en pintura, se caracteriza por la falta de carácter y la desorientación. Es una época de transición, que alterna elementos clasicistas con otros criterios que desembocarán en un nuevo realismo.

Ponciano Ponzano

Sus mejores obras son los relieves Hércules y Diomenes y La Virgen con su hijo en los brazos.
Su San Jerónimo aparece reclinado sobre una roca y alza el rostro al escuchar la trompeta del juicio, mientras a su lado aparece un león que dormita. El modelado es perfecto y la tensión interna que hace vibrar la figura sin agitarse, contrasta con la calma del animal.


José Gragera (1818-1897)Es la representación más clara del romanticismo en nuestro país. Su monumento a Juan Álvarez Mendizábal, inicia un nuevo estilo de estatua que abandona las togas y las cabezas a la romana, para cuidar del parecido con el representado. Lo dota de ropa moderna, no estilizada y tratada con sobriedad.
Su otra gran obra es el Don Simón de Rojas Clemente.



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